Esta canción narra la épica victoria de Israel en Jericó, destacando el poder de la obediencia y la fidelidad de Dios. Muestra cómo la estrategia divina, aunque parezca extraña a los ojos humanos, siempre cumple Su propósito. Cada verso refleja que ningún muro, por fuerte que sea, puede resistir la voz de Yahvé cuando Su pueblo confía y actúa con fe. Es un himno de fe, recordando que la verdadera fortaleza no está en muros ni ejércitos, sino en la fidelidad y el poder del Dios de Israel. Y en detalles de la canción hay un pequeño tributo a una de mis bandas de música favoritas IRON MAIDEN.
Seven days they marched around,
trumpets silent, hearts unbound.
The city mocked, the gates were closed,
but heaven’s plan was soon exposed.
On the seventh day the sound will rise,
priests with trumpets, faith in their eyes.
The shout of the people, the clash of the skies,
the hand of the Lord will break their pride.
The walls must fall, at the voice of God!
No stone can stand against His command.
The walls must fall, when the trumpets cry,
Yahweh reigns, the city dies!
“Your march is vain, your God is weak!”
“Our God is near, His promise speaks.”
And the horns were lifted high…
The ground trembles…
The air shakes…
The stones crack and crumble…
The wall breaks!
The walls must fall, at the voice of God!
No stone can stand against His command.
The walls must fall, when the trumpets cry,
Yahweh reigns, the city dies.
Faith obeyed, the Lord was true,
Jericho fell, His power broke through.
No fortress stands when His word is near,
the God of Israel makes all things clear.
Siete días marcharon alrededor,
trompetas en silencio, corazones libres.
La ciudad se burlaba, las puertas estaban cerradas,
pero el plan del cielo pronto fue revelado.
En el séptimo día el sonido se elevará,
sacerdotes con trompetas, fe en sus ojos.
El grito del pueblo, el choque de los cielos,
la mano del Señor quebrará su orgullo.
¡Los muros deben caer ante la voz de Dios!
Ninguna piedra puede resistir Su mandato.
¡Los muros deben caer cuando suenen las trompetas!
Yahvé reina, la ciudad perece.
“Vuestro desfile es inútil, vuestro Dios es débil.”
“¡Nuestro Dios está cerca, Su promesa habla!”
Y los cuernos se alzaron en alto…
El suelo tiembla…
El aire se estremece…
Las piedras se quiebran y se desmoronan…
¡El muro se derrumba!
¡Los muros deben caer ante la voz de Dios!
Ninguna piedra puede resistir Su mandato.
¡Los muros deben caer cuando las trompetas clamen!
Yahvé reina, la ciudad muere.
La fe obedeció, el Señor fue fiel,
Jericó cayó, Su poder triunfó.
Ninguna fortaleza se mantiene cuando Su palabra está cerca,
el Dios de Israel lo revela todo con claridad.
Esta canción es un canto de victoria espiritual, basado en Josué 6, donde el pueblo de Israel conquista Jericó no por fuerza humana, sino por obediencia y fe. El autor nos lleva al corazón del milagro: el poder no está en las trompetas ni en el ruido del pueblo, sino en la palabra del Señor que derriba lo imposible.
Las murallas de Jericó representan las fortalezas del orgullo, del pecado y de la incredulidad que el hombre levanta contra Dios. El canto repite “Los muros deben caer ante la voz de Dios” como una confesión de autoridad divina: nada puede resistir cuando el Señor habla.
El contraste entre la burla de los enemigos (“vuestro Dios es débil”) y la fidelidad del Señor (“nuestro Dios está cerca”) expresa la tensión eterna entre la arrogancia humana y la obediencia del creyente. Los muros que caen no son solo un suceso histórico, sino una imagen del quebrantamiento espiritual necesario para ver la gloria de Dios.
Emocionalmente, la canción crece en intensidad: del silencio del primer día al estruendo del séptimo, del silencio de la espera a la explosión de fe. Es el grito de un pueblo que confía sin ver, que marcha aunque las murallas sigan firmes, sabiendo que el poder pertenece a Yahvé.
El mensaje final es claro: la victoria no depende de la fuerza, sino de la obediencia. Cada muro caerá cuando el creyente confíe en la voz de Dios más que en la lógica del mundo.