Esta canción celebra la coherencia y la precisión profética de la Biblia, mostrando cómo Dios, a través de siglos y de numerosos profetas, tejió un solo hilo que apunta a Cristo. Cada libro, cada profecía y cada ley se conecta en un plan divino que culmina en la vida, muerte y resurrección de Jesús.
El tema central es que la historia de la salvación no es aleatoria ni fruto de la casualidad humana: Dios preparó cada detalle desde el principio, y en Cristo todo se cumple, ofreciendo esperanza y redención a toda la humanidad.
Across the ages, a single thread,
woven by prophets long before He came.
Every word, a spark of fire,
every line, a sign of the eternal name.
Daniel marked the time, the count of years,
Micaiah spoke where He would appear.
Isaiah whispered, virgin birth foretold,
the cross revealed in lines of old.
Three hundred voices, separate lands,
yet one story carved by unseen hands.
No accident, no human scheme,
each detail points to the eternal dream.
Threads of eternity, woven in fire,
prophecy fulfilled, lifting us higher!
From Genesis dawn to Revelation’s light,
the plan of salvation breaks the night!
Christ at the center, promised and true,
the Word made flesh, for me, for you!
Every psalm a shadow, every law a sign,
each covenant a step along the line.
The Creator bends, humanity restored,
the eternal plan revealed in the Word.
Life, death, and rising from the grave,
the Son of God, the One who saves!
The centuries spoke, the signs align,
His story unfolds, divine by design!
From every prophet, from every scroll,
the center revealed, the Son consoles!
Threads of eternity, woven in fire,
prophecy fulfilled, lifting us higher!
From Genesis dawn to Revelation’s light,
the plan of salvation breaks the night!
Christ at the center, promised and true,
the Word made flesh, for me, for you!
One story through time,
one love through all,
the Word eternal,
the Christ of all.
A través de los siglos, un solo hilo,
tejido por profetas mucho antes de que Él viniera.
Cada palabra, una chispa de fuego,
cada línea, un signo del nombre eterno.
Daniel marcó el tiempo, la cuenta de los años,
Micaías habló donde Él aparecería.
Isaías susurró, nacimiento virginal anunciado,
la cruz revelada en líneas de antaño.
Trescientas voces, tierras separadas,
pero una historia tallada por manos invisibles.
No es accidente, ni plan humano,
cada detalle apunta al sueño eterno.
Hilos de eternidad, tejidos en fuego,
profecía cumplida, elevándonos más alto.
Desde el amanecer de Génesis hasta la luz de Apocalipsis,
el plan de salvación rompe la noche.
Cristo en el centro, prometido y verdadero,
la Palabra hecha carne, para mí, para ti.
Cada salmo una sombra, cada ley un signo,
cada pacto un paso en la línea.
El Creador se inclina, la humanidad restaurada,
el plan eterno revelado en la Palabra.
Vida, muerte y resurrección de la tumba,
el Hijo de Dios, el que salva.
Los siglos hablaron, los signos se alinean,
su historia se despliega, divina por diseño.
De cada profeta, de cada rollo,
el centro revelado, el Hijo consuela.
Hilos de eternidad, tejidos en fuego,
profecía cumplida, elevándonos más alto.
Desde el amanecer de Génesis hasta la luz de Apocalipsis,
el plan de salvación rompe la noche.
Cristo en el centro, prometido y verdadero,
la Palabra hecha carne, para mí, para ti.
Una historia a través del tiempo,
un amor a lo largo de todo,
la Palabra eterna,
el Cristo de todos.
Teológicamente, el texto resalta la continuidad y unidad del plan de Dios a lo largo de la historia bíblica, mostrando cómo las profecías del Antiguo Testamento encuentran cumplimiento en Cristo. Cada profeta, cada salmo y cada pacto apunta al Mesías, mostrando que la historia de la salvación no es un accidente, sino un diseño divino. La referencia a Cristo como “la Palabra hecha carne” conecta directamente con Juan 1:14, afirmando la centralidad de Jesús en la revelación de Dios y en la redención de la humanidad.
Emocionalmente, el texto transmite asombro y confianza al contemplar la armonía divina a lo largo del tiempo. Inspira admiración por la soberanía de Dios, consolación al ver la fidelidad cumplida de sus promesas y un sentido de pertenencia, al reconocer que esta historia eterna incluye a cada creyente: “para mí, para ti”. Eleva el corazón en gratitud y adoración, conectando la historia profética con la experiencia personal de fe.