Es una canción que proclama la unidad del Cuerpo de Cristo por encima de las divisiones humanas. Inspirada en el llamado bíblico a ser un solo cuerpo y un solo Espíritu, confronta la fragmentación de la fe y el orgullo doctrinal que separa a los creyentes.
Sus letras nos recuerdan que la verdadera comunión nace en la cruz, donde el Cordero rompió las cadenas del ego y del conflicto para reunir a Su pueblo bajo un mismo nombre.
Con un sonido épico y esperanzador, esta canción eleva una oración por la unidad, declarando que no hay división en Cristo, solo una llama viva que arde en los corazones redimidos.
Walls we built, words we’ve drawn
Faith divided, love withdrawn
But one cross still calls our name
One Spirit burns the same flame
Doctrines clash, hearts collide
Truth is lost in human pride
Yet the Lamb unites the broken
Through His blood, all chains are open
We are many, yet one heart
Different voices, one restart
One body, one flame
Through the storm, we proclaim
Not by walls, but by His name
We rise as one, one flame
Divisions fade when hearts align
Heaven’s pulse becomes the sign
Every tribe, tongue, and face
Kneel before the throne of grace
“Unite our hearts, O King divine”
“Break the walls, reclaim what’s Thine!”
One body! One flame!
No division in His name!
One body, one flame
Through the storm, we proclaim
Not by walls, but by His name
We rise as one, one flame
One faith, one Lord, one name
Muros que construimos, palabras que trazamos
Fe dividida, amor retirado
Pero una cruz aún llama nuestro nombre
Un Espíritu quema la misma llama
Doctrinas chocan, corazones colisionan
La verdad se pierde en el orgullo humano
Pero el Cordero une a los quebrantados
A través de Su sangre, todas las cadenas se abren
Somos muchos, pero un solo corazón
Voces diferentes, un nuevo comienzo
Un cuerpo, una llama
A través de la tormenta, proclamamos
No por muros, sino por Su nombre
Nos levantamos como uno, una llama
Las divisiones se desvanecen cuando los corazones se alinean
El pulso del cielo se convierte en señal
Cada tribu, lengua y rostro
Se arrodilla ante el trono de gracia
“¡Une nuestros corazones, oh Rey divino!”
“¡Rompe los muros, reclama lo que es Tuyo!”
¡Un cuerpo! ¡Una llama!
¡Sin división en Su nombre!
Un cuerpo, una llama
A través de la tormenta, proclamamos
No por muros, sino por Su nombre
Nos levantamos como uno, una llama
Una fe, un Señor, un nombre
Esta letra es un llamado a la unidad en el Cuerpo de Cristo, enfatizando que las divisiones humanas y doctrinales no deben superar el vínculo que nos une en la cruz y en el Espíritu Santo (Efesios 4:4-6). Teológicamente, resalta que la verdadera unidad no depende de estructuras ni muros, sino del nombre de Jesús y del Espíritu que mora en los creyentes, recordando que la sangre de Cristo rompe cadenas y reconcilia corazones.
Emocionalmente, inspira esperanza, reconciliación y determinación. La repetición de “Un cuerpo, una llama” refuerza la idea de un Cuerpo unido y encendido por la misma pasión divina, mientras que las imágenes de tormenta y trono evocan la necesidad de perseverancia y enfoque en lo eterno frente a las dificultades humanas. La canción motiva a superar las diferencias y caminar en unidad, exaltando la centralidad de Cristo como vínculo y guía del Cuerpo de la Iglesia.