Esta versión del Salmo 24 es una declaración metal épica de majestad divina y poder triunfante, que conserva el núcleo del salmo bíblico: el Señor es dueño de toda la tierra y Rey de gloria que entra victorioso en Su templo. La letra retrata el contraste entre la fragilidad humana y la pureza necesaria para estar ante Dios, exaltando Su santidad y Su dominio sobre todo. Con riffs rápidos, percusión marcial y coros grandiosos, transmite la imagen del Rey de gloria entrando entre relámpagos y truenos, mientras los portales del mundo se abren ante Su presencia irresistible. Es un canto de reverencia, guerra espiritual y adoración gloriosa al Señor de los ejércitos.
The earth is Yours,
and all that moves upon it.
The mountain’s crown, the ocean’s breath —
all shout Your name in thunder.
Who dares to climb the hill of fire?
Who can stand before the Light?
Only those with steady hands,
unbroken hearts, undivided eyes.
They rise above the ashes of pride,
they walk where purity survives.
We seek the face that never fades,
the gates of time begin to quake.
Lift up your heads, O gates!
Let glory flood these walls of stone!
The King of power marches in,
the Lord of battle claims His own!
Lift up your heads, O gates!
Let iron hearts be torn apart —
The King of Glory reigns!
The world builds thrones of dust and noise,
but His kingdom stands unshaken.
He calls the pure, the faithful flame,
to rise beyond their fear.
Who is this King?
The Lord of hosts!
Who is this fire?
The strength of souls!
Ancient gates, break wide open!
Steel and stone cannot resist!
The heavens roar,
the earth submits —
the King is coming through the mist!
Lift! The! Gates!
Let the battle cry ignite!
Lift! The! Gates!
Every darkness meets His light!
Lift up your heads, O gates!
Let glory flood these walls of stone!
The King of power marches in,
the Lord of battle claims His own!
Lift up your heads, O gates!
Let every soul proclaim His reign!
The King of Glory — lives forever!
The King returns…
and the earth trembles in His wake.
La tierra es tuya,
y todo lo que en ella se mueve.
La corona de las montañas, el aliento del océano,
proclaman tu nombre con truenos.
¿Quién osa subir al monte de fuego?
¿Quién puede estar de pie ante la Luz?
Sólo aquellos de manos limpias,
corazones intactos, miradas indivisas.
Ellos se elevan sobre las cenizas del orgullo,
caminan donde la pureza aún vive.
Buscamos el rostro que nunca se desvanece,
las puertas del tiempo comienzan a temblar.
¡Alzad vuestras cabezas, oh puertas!
¡Que la gloria inunde estos muros de piedra!
¡El Rey del poder avanza,
el Señor de la batalla reclama lo que es suyo!
¡Alzad vuestras cabezas, oh puertas!
¡Que los corazones de hierro sean desgarrados!
¡El Rey de Gloria reina!
El mundo edifica tronos de polvo y ruido,
pero su Reino permanece inconmovible.
Él llama a los puros, a la llama fiel,
a levantarse más allá del miedo.
¿Quién es este Rey?
¡El Señor de los ejércitos!
¿Quién es este fuego?
¡La fortaleza de las almas!
¡Puertas antiguas, abríos de par en par!
Ni el acero ni la piedra pueden resistir.
Los cielos rugen,
la tierra se somete —
¡el Rey atraviesa la niebla!
¡Levantad las puertas!
¡Que el grito de guerra se encienda!
¡Levantad las puertas!
¡Toda oscuridad enfrenta su luz!
¡Alzad vuestras cabezas, oh puertas!
¡Que la gloria inunde estos muros de piedra!
¡El Rey del poder avanza,
el Señor de la batalla reclama lo que es suyo!
¡Alzad vuestras cabezas, oh puertas!
¡Que toda alma proclame su reino!
¡El Rey de Gloria vive por siempre!
El Rey regresa…
y la tierra tiembla tras su paso.
Este texto es una proclamación majestuosa basada en el Salmo 24, donde el Rey de Gloria entra triunfante en su templo y el mundo entero se somete ante su poder. La canción fusiona imágenes cósmicas y lenguaje profético para retratar la soberanía absoluta de Dios sobre toda la creación.
Desde el inicio, se afirma la propiedad divina del universo: “La tierra es tuya, y todo lo que en ella se mueve.” No hay ámbito fuera de su dominio; tanto la corona de las montañas como el aliento del mar son testigos de su majestad. Esta apertura establece el tono: el universo mismo se convierte en coro que proclama su gloria.
El poema pregunta: “¿Quién puede estar ante la Luz?” La respuesta no es de poder, sino de pureza. Sólo los de “manos limpias y corazones intactos” pueden permanecer ante Él. Este contraste refleja el principio del Reino: la santidad es más fuerte que la fuerza, y la humildad vence donde el orgullo cae en cenizas.
La llamada —“¡Alzad vuestras cabezas, oh puertas!”— es una invitación profética y litúrgica. Representa la apertura del corazón humano, del mundo y del tiempo mismo al retorno del Rey. Es un eco directo del Salmo 24:7–10, donde las puertas eternas deben abrirse ante la gloria del Señor. Aquí, el autor lo transforma en una declaración escatológica, una visión del regreso de Cristo en gloria y juicio.
El texto contrapone dos reinos: el del mundo, “de polvo y ruido”, y el del Rey eterno, “inconmovible”. La tierra tiembla no por destrucción, sino por la manifestación del poder justo de Dios. Es la imagen de un Reino que no depende de la fuerza humana, sino del fuego santo que purifica.
Las frases imperativas —“¡Levantad las puertas!”— expresan no sólo un llamado cósmico, sino también una reacción interior: abrir el alma al señorío de Cristo. El Rey que viene “a través de la niebla” representa al Mesías que regresa victorioso, rompiendo las barreras del tiempo, del miedo y del pecado.
El clímax repite con fuerza: “¡El Rey de Gloria vive por siempre!” —una proclamación de resurrección y realeza eterna. La tierra tiembla, no de terror, sino de reverencia. El poema cierra con una visión apocalíptica: el Rey regresa, y toda la creación se inclina.
En esencia, esta obra es una liturgia de poder y pureza, donde la adoración se convierte en batalla espiritual y la gloria de Dios conquista el orgullo humano. Es el canto del regreso del Señor, el triunfo del Cordero y el temblor de la tierra ante el Reino que jamás pasará.