Esta canción es un himno metalcore de poder espiritual y renovación. Narra el paso “del miedo al fuego”, es decir, de la debilidad humana a la fortaleza que da el Espíritu Santo. Comienza evocando la obra de Jesús —el carpintero que cumplió las profecías, murió y resucitó— y muestra cómo Su Espíritu transformó a los discípulos y dio inicio a la expansión del Evangelio desde Jerusalén hasta los confines de la tierra.
El mensaje central es que la verdadera victoria no viene por la fuerza ni por la fama, sino por el poder del Espíritu que sigue encendiendo corazones, sosteniendo a la Iglesia y proclamando que Cristo vive y reina por siempre.
From fear to fire,
from silence to song,
the dead rose in hope,
the Spirit moves us strong.
He walked the streets, the carpenter’s Son,
spoke of the Kingdom, the will of the One.
The cross appeared, His blood poured out,
fulfilling prophecies, removing doubt.
From tomb to sky, the veil torn wide,
disciples transformed, with courage inside.
No temple walls, no worldly throne,
He lives, He reigns, He calls us home.
Not by sword, not by fame,
but by Spirit, they bore His name.
The Spirit moves!
He fills our hearts with flame!
From Jerusalem to the ends of the earth,
the Gospel spreads, proclaiming new birth!
Christ alive, in power and might,
His light breaks darkness, His truth ignites!
Jews scattered wide, across the lands,
Greek words spoken through faithful hands.
Love for the poor, the sick, the weak,
a testimony louder than words could speak.
Martyrs rose, they would not deny,
the living Christ, who reigns on high.
No empire, no law, no worldly chain,
could halt the Spirit, could restrain His reign.
The flame burns on!
The Spirit drives!
From fear to faith,
the Church survives!
The Spirit moves!
He fills our hearts with flame!
From Jerusalem to the ends of the earth,
the Gospel spreads, proclaiming new birth!
Christ alive, in power and might,
His light breaks darkness, His truth ignites!
Alive in us,
through time and trial,
the Spirit moves,
and Christ remains our guide.
Del miedo al fuego,
del silencio al canto,
los muertos se alzaron con esperanza,
el Espíritu nos mueve con poder.
Él caminó por las calles, el Hijo del carpintero,
habló del Reino, de la voluntad del Padre eterno.
Apareció la cruz, Su sangre se derramó,
cumpliendo profecías, quitando la duda y el temor.
Del sepulcro al cielo, el velo fue rasgado,
los discípulos transformados, con valor renovado.
Sin muros de templo, sin trono terrenal,
Él vive, Él reina, nos llama a Su hogar celestial.
No por espada, ni por fama,
sino por el Espíritu llevaron Su nombre.
¡El Espíritu se mueve!
¡Llena nuestros corazones con llama!
Desde Jerusalén hasta los confines de la tierra,
el Evangelio se extiende, proclamando un nuevo nacimiento.
¡Cristo vive, en poder y gloria!
¡Su luz rompe la oscuridad, Su verdad enciende historia!
Judíos dispersos por muchas naciones,
palabras griegas fluyen por manos fieles.
Amor por el pobre, el enfermo, el débil,
un testimonio más fuerte que cualquier discurso visible.
Los mártires se levantaron, no negaron jamás
al Cristo vivo, que reina más allá.
Ningún imperio, ley ni cadena mortal
pudo detener al Espíritu ni su reino celestial.
¡La llama arde aún!
¡El Espíritu impulsa!
Del miedo a la fe,
¡la Iglesia permanece!
¡El Espíritu se mueve!
¡Llena nuestros corazones con llama!
Desde Jerusalén hasta los confines de la tierra,
el Evangelio se extiende, proclamando nueva vida.
¡Cristo vive, con poder y luz!
¡Su verdad enciende, Su amor conduce!
Vivo en nosotros,
a través del tiempo y la prueba,
el Espíritu se mueve,
y Cristo sigue siendo nuestra guía eterna.
Este texto es una proclamación poderosa del cumplimiento del Evangelio y de la acción continua del Espíritu Santo desde Pentecostés hasta hoy. Teológicamente, traza la historia de la redención desde la vida de Cristo —el carpintero que reveló el Reino del Padre— hasta la expansión de la Iglesia impulsada no por armas ni poder humano, sino por el Espíritu de Dios.
El verso “No por espada, ni por fama, sino por el Espíritu llevaron Su nombre” alude directamente a Zacarías 4:6, donde se enseña que la obra de Dios se cumple “no con ejército ni con fuerza, sino con mi Espíritu, dice el Señor de los ejércitos”.
El poema describe la transición del miedo a la fe, de la muerte a la vida, mostrando cómo el Espíritu transforma corazones, enciende pasión, y mantiene viva la misión de la Iglesia a través de los siglos.
Emocionalmente, la letra transmite una sensación de avance imparable: la llama que comenzó en Jerusalén sigue ardiendo hoy. Resuena con la esperanza del creyente que, al igual que los primeros discípulos, siente el fuego interior del Espíritu y participa del mismo propósito: anunciar que Cristo está vivo.
En su conjunto, esta pieza es tanto un canto histórico como espiritual:
– histórico, porque recorre los inicios del cristianismo y la expansión apostólica;
– espiritual, porque conecta al creyente moderno con esa misma llama viva que sigue moviendo al Cuerpo de Cristo.
El cierre (“El Espíritu se mueve, y Cristo sigue siendo nuestra guía eterna”) expresa una verdad central de la fe evangélica: el Espíritu no solo nos da poder, sino que mantiene a Cristo como el centro y Señor de todo.