Es una proclamación de adoración al Cristo glorificado, el León que se hizo Cordero para redimir al mundo. Inspirada en la visión celestial del Apocalipsis, la canción celebra el momento en que solo el Cordero es hallado digno de abrir los sellos y restaurar toda la creación.
Con una atmósfera majestuosa y apocalíptica, sus versos recorren el poder del sacrificio, la victoria sobre la muerte y la unión eterna entre Cristo y Su Iglesia.
Un himno de gloria eterna donde cada nota proclama: el Cordero reina para siempre, y toda la creación responde en adoración ante Su luz inextinguible.
The veil was torn, the heavens roared,
Light burst forth from the unseen door.
All creation held its breath,
For the Lion who became the Lamb.
Scrolls sealed with sacred fire,
Angels tremble, elders bow.
Who is worthy to break the chains,
To speak the truth, to cleanse the ground?
No one above, no one below,
Until the Lamb stood crowned with scars.
Worthy is the Lamb, enthroned forever!
Glory to the One who reigns in light!
All the nations bow before His presence,
For the Lamb has conquered death and night!
The Bride prepares, adorned in white,
The song of grace ignites the skies.
From dust to gold, from shame to crown,
The blood has called the chosen ones.
Holy fire, thunder speaks!
Voices rise from the crystal sea!
Every knee and every tongue—
Confess the power of the Son!
Worthy is the Lamb, enthroned forever!
Glory to the One who reigns in light!
All creation burns with holy wonder,
For the Lamb restores the lost to life!
The marriage feast, the sound of joy,
Tears erased, no more pain or void.
He dwells with us, His dwelling pure—
The Lamb and Bride are one forevermore.
Worthy is the Lamb, enthroned forever!
Glory to the King of endless days!
From every tribe, tongue, heart, and nation,
Eternal praise to His holy Name!
The Lamb reigns on the Throne,
Eternal light, His glory shown.
The song of ages never ends—
Forever crowned, forever known.
El velo se rasgó, los cielos rugieron,
la Luz estalló desde la puerta invisible.
Toda la creación contuvo la respiración,
ante el León que se volvió Cordero.
Pergaminos sellados con fuego sagrado,
ángeles tiemblan, ancianos se inclinan.
¿Quién es digno de romper las cadenas,
de hablar la verdad, de limpiar la tierra?
Nadie arriba, nadie abajo,
hasta que el Cordero se presentó coronado con cicatrices.
¡Digno es el Cordero, entronizado para siempre!
¡Gloria al que reina en luz!
Todas las naciones se inclinan ante Su presencia,
¡porque el Cordero ha vencido la muerte y la oscuridad!
La Novia se prepara, vestida de blanco,
el canto de gracia enciende los cielos.
Del polvo al oro, de la vergüenza a la corona,
la sangre ha llamado a los escogidos.
¡Fuego santo, el trueno habla!
¡Voces se elevan desde el mar de cristal!
Cada rodilla y cada lengua—
¡Confiesen el poder del Hijo!
¡Digno es el Cordero, entronizado para siempre!
¡Gloria al que reina en luz!
Toda la creación arde con asombro santo,
¡porque el Cordero restaura a los perdidos a la vida!
El banquete nupcial, el sonido de la alegría,
lágrimas borradas, sin más dolor ni vacío.
Él habita con nosotros, Su morada pura—
El Cordero y la Novia son uno para siempre.
¡Digno es el Cordero, entronizado para siempre!
¡Gloria al Rey de los días eternos!
De toda tribu, lengua, corazón y nación,
¡alabanza eterna a Su santo Nombre!
El Cordero reina en el Trono,
luz eterna, Su gloria mostrada.
El canto de los siglos nunca termina—
Por siempre coronado, por siempre conocido.
Este texto está profundamente arraigado en la visión apocalíptica de Apocalipsis 5–21, donde Cristo es el Cordero que triunfa sobre la muerte y el pecado. La rasgadura del velo recuerda Mateo 27:51, simbolizando que el acceso a Dios ya no está restringido; la humanidad puede acercarse al trono por medio de Jesús. La coronación del Cordero con cicatrices enfatiza la victoria a través del sacrificio, no del poder terrenal.
Teológicamente, el pasaje resalta la dignidad de Cristo como único mediador, digno de toda adoración, y la unión final entre Él y la Iglesia (la Novia), que es la representación del pueblo redimido. La visión de toda la creación participando en la alabanza refleja la santidad universal y la restauración total que Él trae.
Emocionalmente, el texto transmite asombro, júbilo y esperanza. Invita al lector a contemplar la grandeza de la obra de Cristo: su sacrificio, su victoria sobre la muerte y su unión con los creyentes. Hay un tono de celebración cósmica y personal a la vez: cada alma es llamada a participar en la victoria, a ser restaurada y a vivir en comunión eterna con Él. La repetición de “¡Digno es el Cordero!” refuerza la adoración constante y la certeza del triunfo eterno de Cristo.