La canción describe la visión gloriosa de Cristo resucitado presentada en Apocalipsis 1, donde Juan contempla al Hijo del Hombre en majestad divina. Cada imagen —los ojos de fuego, la voz de trueno, la espada que sale de su boca, los pies de bronce ardiente— revela su poder, santidad y autoridad sobre la vida y la muerte. Es un retrato del Cristo glorificado que ya no sufre, sino que reina victorioso, sosteniendo las llaves del Seol y proclamando su eternidad.
El mensaje central es la soberanía absoluta de Jesús, el Alfa y la Omega, ante quien toda creación debe rendirse. Su voz hace temblar la oscuridad y su mirada atraviesa el tiempo; Él es el centro del cosmos y el corazón del redimido. La canción invita a la adoración reverente: el León y el Cordero reinan en gloria, y el creyente solo puede responder cayendo a sus pies, escuchando la promesa eterna: “No temas. Yo soy el Viviente.”
Thunder in the silence,
a voice like oceans collide.
Seven stars ignite the heavens —
the Son of Man, glorified.
Clothed in light, the Ancient One stands tall,
robes of judgment, gold upon His chest.
Out of His mouth — a sword divine,
truth cutting deep through death and flesh.
Feet like burning bronze —
He walks where none survive.
The grave trembles in His steps,
the Living Flame arrives.
"I was dead — yet I live forevermore!
I hold the keys of death and Sheol!"
Eyes of fire! Voice of thunder!
Every crown falls down under!
The First, the Last — the risen King,
let all creation bow and sing!
Eyes of fire! The grave defeated!
By His blood, the curse deleted!
He reigns in glory, clothed in light —
the Lord of death, the Lord of life!
He’s not a symbol, not a ghost —
He’s the Lion that arose.
Every empire melts away,
but His kingdom owns the day.
Seven lamps blaze on His throne,
the Spirit burns, the secrets known.
When He speaks, the darkness flees —
the Alpha speaks — reality!
Fall to your knees,
before His eyes that see through time!
The One who holds the cosmos,
yet calls your name in love divine!
No rival throne, no fading star —
He is the heartbeat where the martyrs are!
The Living Word, the final breath —
the conqueror of sin and death!
“Regnabit in aeternum! Gloria Agni Dei!”
He reigns! He reigns forevermore!
Eyes of fire! Voice of thunder!
Every crown falls down under!
The First, the Last — the risen King,
let all creation bow and sing!
Eyes of fire! The grave defeated!
By His blood, the curse deleted!
He reigns in glory, clothed in light —
the Lord of death, the Lord of life!
And I fell at His feet as dead...
But His hand was on me —
“Do not fear.
I am the Living One.”
Trueno en el silencio,
una voz como océanos que colisionan.
Siete estrellas encienden los cielos —
el Hijo del Hombre, glorificado.
Vestido de luz, el Anciano de Días se alza,
con ropas de juicio, oro sobre Su pecho.
De Su boca — una espada divina,
la verdad que corta la muerte y la carne.
Pies como bronce ardiente —
Él camina donde nadie sobrevive.
La tumba tiembla bajo Sus pasos,
la Llama Viva ha llegado.
“Estuve muerto — ¡pero vivo por siempre!
Tengo las llaves de la muerte y del Seol.”
¡Ojos de fuego! ¡Voz de trueno!
¡Toda corona cae ante Él!
El Primero, el Último — el Rey resucitado,
¡que toda la creación se postre y cante!
¡Ojos de fuego! ¡La tumba vencida!
¡Por Su sangre, la maldición borrada!
Reina en gloria, vestido de luz —
el Señor de la muerte, el Señor de la vida.
No es símbolo, ni fantasma —
Él es el León que se levantó.
Todo imperio se disuelve,
pero Su reino permanece.
Siete lámparas arden en Su trono,
el Espíritu brilla, los secretos se revelan.
Cuando Él habla, la oscuridad huye —
el Alfa habla — ¡la realidad obedece!
Cae de rodillas,
ante Sus ojos que atraviesan el tiempo.
Aquel que sostiene el cosmos,
y aun así llama tu nombre con amor divino.
Ningún trono rival, ninguna estrella fugaz —
Él es el latido donde moran los mártires.
La Palabra Viva, el aliento final —
el vencedor del pecado y la muerte.
“¡Regnabit in aeternum! ¡Gloria al Cordero de Dios!”
¡Él reina! ¡Él reina por siempre!
¡Ojos de fuego! ¡Voz de trueno!
¡Toda corona cae ante Él!
El Primero, el Último — el Rey resucitado,
¡que toda la creación se postre y cante!
¡Ojos de fuego! ¡La tumba vencida!
¡Por Su sangre, la maldición borrada!
Reina en gloria, vestido de luz —
el Señor de la muerte, el Señor de la vida.
Y caí a Sus pies como muerto...
Pero Su mano estaba sobre mí —
“No temas.
Yo soy el Viviente.”
Esta letra es una poderosa representación del Cristo glorificado en Apocalipsis 1, donde Juan contempla al Hijo del Hombre en toda Su majestad. Cada imagen procede directamente de la revelación apocalíptica: los ojos de fuego, los pies de bronce, la espada que sale de Su boca, y las siete estrellas que representan Su autoridad sobre la Iglesia. Teológicamente, expresa la plenitud de la soberanía de Cristo resucitado, el Señor del tiempo, de la historia y del cosmos.
El énfasis está en Su divinidad eterna (“el Primero y el Último”) y en Su victoria total sobre la muerte y el pecado, mostrando que Su sangre no solo redime, sino que borra por completo la maldición. El mensaje “No temas, Yo soy el Viviente” es el núcleo pastoral de esta visión: el Cristo glorioso, temible en poder, también es el Salvador que toca al creyente con ternura.
Emocionalmente, la canción transmite asombro, reverencia y esperanza triunfante. El oyente es llevado desde el temor santo ante la majestad divina hasta la adoración plena ante el Cordero que reina. Cada verso combina el terror del juicio y la belleza del amor redentor, mostrando que Jesús no es un mito ni un símbolo religioso, sino el Dios vivo y personal que reina sobre todo.
La proclamación final —“El Señor de la muerte, el Señor de la vida”— resume la victoria escatológica de Cristo: Él ha vencido lo imposible, y Su gloria ahora ilumina la eternidad.