Esta canción es una poderosa representación musical del diálogo entre Dios y Job, donde el Creador revela Su grandeza frente a la limitación humana. A través de un tono majestuoso y de imágenes cósmicas, la letra muestra la voz de Dios que rompe el silencio y recuerda al hombre su fragilidad ante la inmensidad de la creación.
El mensaje central es una invitación a la humildad y la adoración: no todo puede entenderse, pero todo está bajo el control de un Dios soberano y justo. El coro, con su triple “Santo”, refleja la gloria celestial que cubre la tierra, proclamando que Dios reina sobre todo, desde el polvo hasta las estrellas.
Silence falls, the storm begins.
The sky opens, thunder rolls.
A voice breaks through the void.
Where were you, when I laid the foundations?
Who marked the stars, and called the oceans?
Who measured the heavens with a line?
Who gave breath to the first of mankind?
You question, you complain, you cry.
But do you see the works of My hand?
The mountains, the lightning, the beasts of the field.
All proclaim My power.
Holy, holy, holy!
Glory fills the earth!
All creation bows, all voices sing.
Holy, holy, holy!
The Lord reigns eternal, mighty and just!
Do you command the morning?
Do you walk the depths of the sea?
Do you know the paths of light and shadow?
Can you bind the winds with your word?
Angels cry out, heaven shakes.
The universe bows, every heart quakes.
From dust to stars, My wisdom unfolds.
I am the Alpha, the Omega, the Lord of all.
Your eyes see only a part,
But My hand shapes the whole.
Trust is not in understanding,
But in the One who holds the world.
Holy, holy, holy!
Glory fills the earth!
All creation bows, all voices sing.
Holy, holy, holy!
The Lord reigns eternal, mighty and just!
Where were you?
I am here. I am sovereign.
All creation sings.
Glory fills the earth.
Cae el silencio, comienza la tormenta.
El cielo se abre, el trueno retumba.
Una voz irrumpe en el vacío.
¿Dónde estabas tú cuando puse los cimientos?
¿Quién marcó las estrellas y llamó a los océanos?
¿Quién midió los cielos con una línea?
¿Quién dio aliento al primero de los hombres?
Tú preguntas, te quejas, lloras.
¿Pero ves las obras de Mis manos?
Las montañas, los relámpagos, las bestias del campo,
todas proclaman Mi poder.
¡Santo, santo, santo!
¡La gloria llena la tierra!
Toda la creación se inclina, todas las voces cantan.
¡Santo, santo, santo!
¡El Señor reina eterno, poderoso y justo!
¿Acaso tú ordenas la mañana?
¿Caminas las profundidades del mar?
¿Conoces los senderos de la luz y la sombra?
¿Puedes atar los vientos con tu palabra?
Los ángeles claman, el cielo tiembla.
El universo se inclina, cada corazón se estremece.
Del polvo a las estrellas, Mi sabiduría se despliega.
Yo soy el Alfa, el Omega, el Señor de todo.
Tus ojos solo ven una parte,
pero Mi mano da forma al todo.
La confianza no está en entender,
sino en Aquel que sostiene el mundo.
¡Santo, santo, santo!
¡La gloria llena la tierra!
Toda la creación se inclina, todas las voces cantan.
¡Santo, santo, santo!
¡El Señor reina eterno, poderoso y justo!
¿Dónde estabas tú?
Yo estoy aquí. Soy soberano.
Toda la creación canta.
La gloria llena la tierra.
Esta letra está inspirada en el libro de Job (capítulos 38–41), donde Dios responde a Job desde la tormenta, revelando Su poder creador y Su soberanía absoluta. Es una confrontación divina que no busca humillar, sino recordar al hombre su pequeñez frente al Creador. La canción muestra al Dios que gobierna el cosmos con autoridad y sabiduría, frente al ser humano limitado que intenta entender el misterio del sufrimiento.
Teológicamente, proclama la trascendencia y omnipotencia de Dios, que domina los cielos, la tierra, el mar y toda criatura. También enseña que la fe no consiste en tener todas las respuestas, sino en confiar en Aquel que tiene el control de todo.
Emocionalmente, la canción transmite asombro, humildad y reverencia. La voz divina resuena como un trueno que quiebra la arrogancia humana, pero al final, esa misma voz consuela al recordar: “Yo estoy aquí”. El oyente es llevado de la confusión a la adoración, del miedo a la confianza.
El estribillo repetido —“¡Santo, santo, santo!”— eleva la experiencia hacia una visión celestial donde toda la creación proclama la gloria de Dios, recordando que incluso en medio de la tormenta, Él sigue siendo el Señor soberano y justo sobre todo lo creado.